No todas las personas respondemos de la misma forma ante las distintas situaciones. Transformar el trauma es la capacidad de sobreponerse y salir fortalecido de pérdidas, rupturas, enfermedades, etc.
La resiliencia no implica ausencia de sufrimiento, las personas resilientes sienten tristeza, miedo y rabia de manera profunda. La diferencia es que son capaces de atravesar esas emociones sin estancarse en ellas, de reconstruir sus vidas a partir del dolor.
¿Qué es la resiliencia?
Es un proceso que permite al individuo adaptarse positivamente a situaciones de estrés o trauma. Este proceso incluye una serie de habilidades, actitudes y estrategias que se modifican a lo largo del tiempo y pueden fortalecerse deliberadamente.
Muchas personas creen que la resiliencia es una característica innata de algunos individuos, pero es justo al contrario. Todos podemos desarrollar esta habilidad si trabajamos en los factores que la componen: autopercepción, regulación emocional, flexibilidad cognitiva, apoyo social y sentido de propósito.
Transformar el trauma requiere pilares sólidos
La resiliencia no consiste solamente en ser una persona fuerte y decidida. El entramado interno es mucho más complejo y requiere una estructura sólida que se sustenta sobre 5 pilares fundamentales:
- Aceptación: debe ser radical, pues negar el problema solo prolonga el sufrimiento. Una persona resiliente acepta la realidad tal y como es, aunque resulte dolorosa, y trabaja a partir de esa aceptación.
- Conciencia emocional: es importante saber lo que se siente en cada momento, sin dramatizar y sin tratar de evitar sentirlo. Las emociones no son una debilidad, son una respuesta natural al entorno.
- Flexibilidad mental: la resiliencia se basa en saber soltar, ajustar de nuevo las expectativas y explorar nuevas formas de actuar. Si las creencias y estrategias que estabas usando ya no funcionan, es hora de buscar otras nuevas.
- Búsqueda de significado: una persona resiliente, cuando la vida le da un golpe, no piensa “por qué me ha pasado esto” sino “qué puedo aprender de esto”. Esta diferencia es lo que le da sentido a lo que ocurre y ayuda a integrar esa experiencia de manera constructiva.
- Relaciones nutritivas: el trabajo interno es fundamental para fortalecer la resiliencia, pero el entorno tiene un papel clave también. Muchas veces se habla de una red de apoyo, pero basta con una sola persona que nos escuche sin juzgar, que nos acompañe en el dolor y refuerce nuestra autoestima.
Prácticas para fortalecer tu resiliencia
“No enseñamos a nadar a la persona cuando se está ahogando”, pues lo mismo ocurre con transformar el trauma. La resiliencia no se fortalece en momentos de crisis, sino en el día a día.
Algunas prácticas, basadas en la evidencia científica, que contribuyen a este fortalecimiento son:
- Diálogo interno compasivo: ¿cómo te hablas a ti mismo/a? Probablemente mal, ¿verdad? Cambia la autocrítica por un lenguaje de apoyo, favorece tu autoestima y disminuye tu vulnerabilidad emocional.
- Práctica regular de mindfulness: entrenar la atención plena facilita, a largo plazo, respuestas más serenas y eficaces en situaciones de estrés. Recuerda que no se trata de dejar la mente en blanco, eso es imposible, se trata de observar los pensamientos sin dejarse arrastrar por ellos.
- Narrativa positiva: en lugar de contarte que eres una víctima, cambia el cuento. Cuéntalo desde un marco de aprendizaje y crecimiento. Así estarás fortaleciendo tu autoestima y reorganizando las redes neuronales implicadas en la memoria.
- Pequeñas metas diarias: alcanzar logros hace que nos sintamos eficaces, fundamental para la resiliencia. Los grandes objetivos pueden frustrarnos, pero las metas pequeñas día a día nos ayudan enormemente.
- Conexión con otros: invierte tiempo en relaciones que realmente te sirva, que te nutran emocionalmente y sirvan de soporte externo cuando pases por un momento difícil.
Ser resiliente no significa no sufrir ni minimizar las heridas. Ser resiliente significa ser capaz de transformar el trauma, de comprometerte contigo mismo a seguir creciendo, incluso cuando la vida no te da las condiciones ideales para hacerlo.
El cambio y la incertidumbre son parte de la vida, no podemos evitarlos, pero sí podemos decidir cómo respondemos ante ello. Y esta elección, día tras día, es lo que nos fortalece y otorga sabiduría y sentido.
Piensa que cada adversidad contiene la semilla de una nueva posibilidad. La resiliencia es el arte de regar esa semilla.